martes, 1 de mayo de 2012

LOS INDIFERENTES


Las personas que mayor mal hacen al mundo, no son los malvados, los tiranos, los asesinos, los que roban, los avariciosos, los especuladores, los políticos... Creo que las personas que mayor mal hacen al mundo son los indiferentes.

Desgraciadamente asistimos a un mundo que en vez de afrontar los problemas y buscar soluciones se hace indiferente para no dejarse afectar, no comprometerse, no posicionarse. Los indiferentes se constituyen como una plaga cada vez más numerosa que pueden arrastrar gente de todas las edades y condiciones.

Dicen que estamos en la era de la comunicación, que ahora desde cualquier punto del planeta podemos conocer lo que está ocurriendo en el otro extremo en tiempo real. Televisión, radio, internet, teléfonos móviles, redes sociales... Nunca estuvimos tan bien comunicados. Sin embargo nunca estuvimos tan solos y aislados como ahora.

Los medios de comunicación se han convertido en herramientas de la frivolidad exentos de solidaridad y compromiso con el ser humano y nos convierten en espectadores pasivos, intrascendentes ante los acontecimientos, fabricando una realidad virtual que nos invita a no dejarnos afectar, a ser indiferentes con lo que ocurre. Nos hemos convertido en ganado alimentado con el pienso de la indiferencia que nace, crece, se reproduce ( aunque cada vez menos ) y muere. Nuestra vivencia se cambia por la mera supervivencia. Nuestros sueños, nuestras esperanzas se van sin que nos alarmemos por el retrete de la más absoluta indiferencia.

Los indiferentes no tienen nada que ganar, tampoco nada que perder. No esperan nada ni tampoco se espera nada de ellos. No se comprometen con nada, no arriesgan por nada ni por nadie. El arma que los exime de todo es la excusa.

Cada día asistimos con indiferencia a cualquier telediario. Han conseguido que no nos conmuevan imágenes de  miles de personas hambrientas que mueren en Africa, mujeres y niños explotados en lúgubres fábricas por renombradas multinacionales, las víctimas de balas y misiles patrocinados y fabricados por Occidente, abortos, enfermos, ancianos...Ahora nos conmueve más con quién se ha liado fulanito, a quién ha abandonado menganita o quién sale o entra esta semana del armario.

Hemos elegido la bandera de la indiferencia que no representa a nadie ni a nada como alternativa a la justicia, a la verdad , a la paz.

La indiferencia es la metástasis del miedo. Se propaga por nuestro espíritu y nuestra mente. Sus células matan nuestras creencias, nuestras emociones, nuestro valor por defender aquellas cosas que creemos justas y verdaderas.

La indiferencia es una máscara que esconde nuestro más profundo egoísmo, que justifica nuestro no compromiso con nadie ni con nada, es un droga que nos aísla del dolor propio y del ajeno, pero que nos consume y nos vacía por dentro.

La indiferencia nos hace cómplices silenciosos de las injusticias que ocurren en nuestro mundo. Vemos que banqueros y especuladores juegan ahora con el pan de los hambrientos haciendo que alimentos de primera necesidad suban de precio para engordar aún más sus nutridas cuentas en cualquier paraíso fiscal mientras que en El Cuerno de Africa mueren miles de personas diariamente por la más extrema de las hambrunas (que digo yo que quizá se llame cuerno de Africa porque nos importe precisamente eso, un cuerno). Asistimos a enfrentamientos armados en Oriente patrocinados por Estados Unidos y sus aliados con el único afán de controlar el mercado del petroleo que justifica acribillar a población civil con misiles y bombardeos. Pero todo lo justificamos bajo la palabra terrorismo islámico. Líderes religiosos imparten diariamente sermones y bendiciones, pero no lo hacen desde la sencillez y la humildad, sino desde púlpitos blindados y rodeados de una guardia pretoriana de guardaespaldas armados.

Nos hemos convertido en “Lázaros” envueltos en nuestras vendas de indiferencia despidiendo un desagradable olor a muerto. Sí muertos, porque con nuestra aceptada indiferencia hemos convertido nuestros sueños en ilusiones inalcanzables sepultadas por nuestra mediocridad y compostura, hemos asesinado nuestra libertad por una seguridad acomodada amparada en el dinero, hemos sacrificado nuestra alegría de vivir por días fotocopiados de monotonía y sinsentido, hemos dejado de ser para simplemente estar, hemos matado a nuestro actor para convertirnos en expectador pasivo que ve cómo sus días pertenecen a un guión escrito por otros.

Pero no quiero ser pesimista, aún sigo creyendo que todo puede cambiar, que podemos salir de este gran letargo, que aún queda esperanza de que podamos oír la voz que nos habla al corazón y nos dice como a Lázaro: !Sal fuera! Y podremos quitarnos nuestras vendas, esas que sobre todo nos impiden ver, nos impiden movernos...esas que nos han convertido en cadáveres de la indiferencia. Pero necesitamos que alguien o algo retire la losa que nos han puesto en el sepulcro de nuestro corazón, de nuestra mente, de nuestra alma para que podamos salir. Esa losa que se llama indiferencia y cuyo peso es el peso de nuestro miedo.

Creo que la única solución, la única esperanza que podemos tener para que todo esto cambie se llama coraje. Seguramente deberemos de encontrarlo entre los rescoldos casi apagados de nuestro corazón, tal vez sólo sea una pequeña luz pero si somos capaces de rescatarla, de avivarla, podrá renacer el auténtico ser que todos llevamos dentro y cuyo sentido y cuyo fin no es la indiferencia, sino la diferencia. Diferencia porque nuestro destino y lo único que da sentido a nuestra vida es amar y ser amados.

Por eso, a ti que está leyendo estas letras, si aún te quedan rescoldos de coraje en tu corazón, quiero retirar la pesada losa de tu indiferencia, de tu miedo y decirte !Sal fuera! Resucita como Lázaro, recupera tus sueños, deja las cosas banales y céntrate en las verdaderamente importantes., porque al final de nuestros días no nos arrepentiremos de las cosas que hicimos, sino de aquellas que dejamos de hacer.

EL CHAMAN

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